jueves, 15 de noviembre de 2012

Nosotros



Hoy, que salgo de un sueño y abro los ojos, puedo volver a comprender algo que sabía cuando niño: vivo y la vida es un juego. Espero a mi gente amada, gente que desconozco y no sé qué rol van a jugar en mi vida ni cuál yo en la de ellos. Sólo sé que son los que amo, los que veo en mis sueños, aquellos con los que hablo, con los que comparto lo que me sucede, aquellos con los que me encuentro en las más audaces aventuras.
Sé que están ahí, que hacemos todo esto y que crecemos juntos como hermanos y que no podráa vivir si ellos realmente no existieran.
Vivo esperando conocerlos, hallarlos.
Todo lo que hago, lo que aprendo, lo que descubro, son como flores que me alegran el corazón. Y así las guardo, formando un ramo, para obsequiarla a ellos, a medida que los vaya encontrando.

Pasan los años y desecho algunas flores por otras que, creo ahora, son mejores. Además, me conformo con hallar aunque más no sea a uno de ellos.

Pasan los años y me van pesando como viejo aunque mi cuerpo no tiene m s que veinte años. Es que creo que no voy a hallar a nadie ya, y deseo morir.

He hallado esta respuesta y es una flor; he comprendido algo y es otra flor; encontré esta alegría y he ahí a otra...
Mi vida es la cinta que las ata y el ramo soy yo. Todo esto es para obsequio. Todo para quién aún no se ha presentado. ¿Serán estas flores, estos ramos, mis coronas y mis palmas pues?
Lo que he aquilatado hincha mi alma como la leche a los pechos de la madre ¿Es que veré pudrirse lo mejor de mí en mi propia alma? Porque he juntado para este obsequio lo mejor que he hallado. He deseado que no fuera parecido a lo que todos encuentran, para que sea un regalo más valioso, más a la altura de lo que deseo para mis amados.
No dejo, sin embargo, de saber que todo lo juntado es de valor tan sólo simbólico. No es real, es como una pintura surrealista, una interpretación propia de lo que es un mundo que escapa a nuestros sentidos.
Por esto ver el mundo como los demás no es una virtud sino, por el contrario, una falta de creatividad, una falta de “toque propio”, una falta de la felicidad y de la intrepidez necesaria para intentar una interpretación subjetiva, personal, artesanal. Una falta de fuerza para comprender lo que nos rodea y que hace que aceptemos lo de otros, no ya la convención necesaria para comunicarnos, sino el dar por verdadero lo que no nos hemos tomado el trabajo de observar.
En esto radica el valor de mi regalo, de mi orgulloso regalo.

Una vez encontré a uno de mis amados: mujer, tres años menor que yo, dolida tanto o más que yo y por las mismas cosas, mismos sueños, etc. Pero no quería aceptar mi regalo; y descubrí que yo también me resistía al de ella. Cada uno sintió que el otro se estaba entrometiendo en lo privado. ¡Como duele ser despreciado en un regalo así!
Pero no había desprecio, sólo era temor. La flor que se regala deja su perfume en ambos mientras que la planta se tira. Y tirar o ver que alguien tira lo que tanto costó, lo que tanto tiempo conservamos, duele. Es un morir del uno en el otro y prestando atención se ve que el perfume de mi obsequio y el de ella se han mezclado y han permitido una cosa nueva que compartimos ambos. Vamos muriendo conscientemente y va naciendo desde la inconsciencia un ser mayor, más sutil, más noble....

Luego hallamos a otro y después a otro. Cada uno con un ramo similar, cada uno con un lenguaje propio y distinto de los demás, cada uno con una simbología diferente para explicar al mundo. Cada uno con enormes contradicciones y prejuicios que punzan el alma; quizá porque nos ha faltado una educación adecuada a nuestra naturaleza. Pero cada uno con la fortaleza de Hércules.
Todos tememos abrir los lazos de nuestros ramos. Extremadamente sensibles pues ya hemos recibido bastantes golpes, desperdigar nuestras flores es morir y no lo sabemos hacer de una sola vez.
Somos gusanos que hemos realizado nuestro capullo, ahora tememos la transformación, tememos la muerte del gusano. Pero sabemos que nos hemos reunido para festejar un nacimiento de mariposas.



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