viernes, 16 de noviembre de 2012

Oda para Carhué y Epecuén

Reseña histórica previa:

En Argentina, provincia de Buenos Aires, al sudoeste, se encuentra el pueblo llamado Carhué.
[Link a Wikipedia, página de Carhué]
Fundado en 1887, al lado del lago Epecuén cuyas aguas termales tienen propiedades salinas curativas, tuvo el destino de ser una ciudad balnearia, a orillas del mencionado lago y con un desarrollo privilegiado: Hosterías, piletas de natación y hoteles internacionales.

Foto: http://sobreargentina.com/2009/07/19/aguas-curativas-en-carhue/

 Epecuén es uno de un grupo de lagos encadenados. Cuando, en el año 1985, la imprevisión de nuestros políticos omitió obras internas necesarias y omitió también el necesario acuerdo con el país hermano Brasil sobre la zona en que nuestros países tienen dos represas hidroeléctricas; medio país quedó bajo las aguas. En ese momento, un intendente que tampoco realizó las obras necesarias ni acuerdos locales, al verse asediado por el agua, desvió la ruta al lago siguiente en la cadena.
La consecuencia fue la desaparición inmediata de la Villa Lago Epecuén, devorada por el lago en su crecida.




Fotos aéreas: http://www.welcomeargentina.com/carhue/imagenes/carhue-villa-epecuen-8100.html

Con el tiempo, el agua se fue evaporando y sobre el terreno quedó la gruesa capa de sales que dan las propiedades curativas al agua.

Los pobladores, me refiero a los que no se suicidaron y a los que no se fueron, se trasladaron a pocas calles, terreno arriba: a Carhué, para comenzar de nuevo.

Foto: http://www.ruta0.com/carhue/fotos/cristo-1735.htm


Ahora si, vamos a la Oda para Carhué y Epecuén







Llego a ti en otoño,
época de hojas muertas,
que no por muertas menos bellas.

Llego a ti, ciudad larva,
esqueleto flotante,
navío encallado en la mar.

Y te veo de frente
con tu cara pálida
y tu velo de novia abandonada en el altar.

Veo tu cuerpo seco,
blanco de sal, seco de cal,
y rama muerta encallada en el barro.



Ciudad de pies mojados, de árboles pálidos y sin vida,
que semejan manos tensas de los recién devorados por el pantano,
frías de estatua en el último hálito de su pedido de auxilio.

 










Hálito es tu viento, suspiro que hiela y que ahuyenta intrusos,
exhalación de tumba, que susurra historias antiguas,
que contagia sensaciones y sentimientos.

Historias contadas por un viento que trae almas,
y que son aplaudidas por las manos de esqueletos
y por las alas de los pájaros que vigilan mi estupor.

Pájaros que cantan
con el sonido de aplausos de huesos,
de castañuelas de yeso, cuyas notas se quiebran y desgranan.
Y forman en el suelo, para la novia abandonada, su blanco velo.


Ciudad que no invitas a pasar ni me recibes como huésped,
pues mi calor perturba tu sepulcro
y promueve griteríos entre tus invisibles habitantes.

En verdad esos pájaros son espectros,
guardianes alados nacidos de los dueños,
para custodio de sus propiedades.












Que si te conozco aquí en Carhué,
y has vivido en Epecuén, puedes darlo por sentado,
caminaré por las entrañas de la Ciudad
y por el resonar del eco de tu alma
sabré cual fue tu antiguo hogar.




Y esos dueños que son niños de ojos recién abiertos,
de reencarnación temprana tal que amanecen a nueva vida
antes de terminar la noche de la anterior.

Es la nostalgia de la nueva vida que despierta
y ve junto a sí, al cuerpo sin vida de la precedente.

Es como hacer un cuerpo en que nacer
y desde ese, enterrar al anterior.

¡¡ Qué enseñanza de la vida !! poblador del Lago,
acerca de los ciclos y la continuidad de la vida.

Te han invitado a la silla de aquel que crea los pájaros
que a golpe de pico demuelen ciudades;
de aquel que crea niños
capaces de erigir nuevos poblados

De aquel que te ha creado a ti
y te invita a ver su obra (y en ese momento casi entiendes lo que quiere).

Y cuando bajas de la silla,
si es que te has sobrepuesto ya, cuando vuelves a tu tarea,
puedes tener esa alegría de saber que tú, su mano derecha y su invitado,
eres elegido para guiar su obra.

Que si vences en esta batalla,
que si te entierras con las mismas manos con que creas,
y si lo que creas se sostiene más allá de la Epecuén,
volverás a la silla en que te has sentado;
pero esta vez te será ofrecida por un hermano.





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