En Argentina, provincia de Buenos Aires, al sudoeste, se encuentra el pueblo llamado Carhué.
[Link a Wikipedia, página de Carhué]
Fundado en 1887, al lado del lago Epecuén cuyas aguas termales tienen propiedades salinas curativas, tuvo el destino de ser una ciudad balnearia, a orillas del mencionado lago y con un desarrollo privilegiado: Hosterías, piletas de natación y hoteles internacionales.
Foto: http://sobreargentina.com/2009/07/19/aguas-curativas-en-carhue/
Epecuén es uno de un grupo de lagos encadenados. Cuando, en el año 1985, la imprevisión de nuestros políticos omitió obras internas necesarias y omitió también el necesario acuerdo con el país hermano Brasil sobre la zona en que nuestros países tienen dos represas hidroeléctricas; medio país quedó bajo las aguas. En ese momento, un intendente que tampoco realizó las obras necesarias ni acuerdos locales, al verse asediado por el agua, desvió la ruta al lago siguiente en la cadena.
La consecuencia fue la desaparición inmediata de la Villa Lago Epecuén, devorada por el lago en su crecida.
Fotos aéreas: http://www.welcomeargentina.com/carhue/imagenes/carhue-villa-epecuen-8100.html
Con el tiempo, el agua se fue evaporando y sobre el terreno quedó la gruesa capa de sales que dan las propiedades curativas al agua.
Los pobladores, me refiero a los que no se suicidaron y a los que no se fueron, se trasladaron a pocas calles, terreno arriba: a Carhué, para comenzar de nuevo.
Foto: http://www.ruta0.com/carhue/fotos/cristo-1735.htm
Ahora si, vamos a la Oda para Carhué y Epecuén
Llego a ti
en otoño,
época de
hojas muertas,
que no por
muertas menos bellas.
Llego a ti,
ciudad larva,
esqueleto
flotante,
navío
encallado en la mar.
Y te veo de
frente
con tu cara
pálida
y tu velo
de novia abandonada en el altar.
Veo tu
cuerpo seco,
blanco de
sal, seco de cal,
Ciudad de
pies mojados, de árboles pálidos y sin vida,
que semejan
manos tensas de los recién devorados por el pantano,
frías de
estatua en el último hálito de su pedido de auxilio.
exhalación
de tumba, que susurra historias antiguas,
que
contagia sensaciones y sentimientos.
Historias
contadas por un viento que trae almas,
y que son
aplaudidas por las manos de esqueletos
y por las
alas de los pájaros que vigilan mi estupor.
Pájaros que
cantan
con el
sonido de aplausos de huesos,
de
castañuelas de yeso, cuyas notas se quiebran y desgranan.
Y forman en
el suelo, para la novia abandonada, su blanco velo.
Ciudad que
no invitas a pasar ni me recibes como huésped,
pues mi
calor perturba tu sepulcro
y promueve
griteríos entre tus invisibles habitantes.
En verdad
esos pájaros son espectros,
guardianes
alados nacidos de los dueños,
para
custodio de sus propiedades.
Que si te conozco aquí en Carhué,
y has
vivido en Epecuén, puedes darlo por sentado,
caminaré
por las entrañas de la Ciudad
y por el
resonar del eco de tu alma
sabré cual
fue tu antiguo hogar.
Y esos
dueños que son niños de ojos recién abiertos,
de
reencarnación temprana tal que amanecen a nueva vida
antes de
terminar la noche de la anterior.
Es la
nostalgia de la nueva vida que despierta
y ve junto
a sí, al cuerpo sin vida de la precedente.
Es como hacer
un cuerpo en que nacer
y desde
ese, enterrar al anterior.
¡¡ Qué
enseñanza de la vida !! poblador del Lago,
acerca de
los ciclos y la continuidad de la vida.
Te han
invitado a la silla de aquel que crea los pájaros
que a golpe
de pico demuelen ciudades;
de aquel
que crea niños
capaces de
erigir nuevos poblados
De aquel
que te ha creado a ti
y te invita
a ver su obra (y en ese momento casi entiendes lo que quiere).
Y cuando
bajas de la silla,
si es que
te has sobrepuesto ya, cuando vuelves a tu tarea,
puedes
tener esa alegría de saber que tú, su mano derecha y su invitado,
eres elegido
para guiar su obra.
Que si
vences en esta batalla,
que si te
entierras con las mismas manos con que creas,
y si lo que
creas se sostiene más allá de la Epecuén,
volverás a
la silla en que te has sentado;
pero esta
vez te será ofrecida por un hermano.
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