sábado, 17 de noviembre de 2012

Una extraña historia de amor (2) - Hoy quiero preguntarte

Hoy quiero preguntarte acerca de la diferencia entre lo que muestras a mis ojos y lo que das de comer a mi alma.

Porque el otro día hablamos abiertamente y compartimos ese nerviosismo, ese pudor de la desnudez que viene cuando pones frente al otro algo de esas piedras preciosas que supimos extraer del mundo, esas gemas de que te hablé antes, que no exponemos a ojos ajenos, pero cuyos destellos gustamos obsequiar. Porque la gema es trabajo de cada uno, pero los destellos muestran el camino a los buscadores.

Y mostrar esas joyas nos pone un poco tensos, y ver su coincidencia nos estremece porque sus brillos se aumentan y pronto estamos deslumbrados y sorprendidos cosa que, te dije, has aprendido a regular, aunque también a ocultarlo de mi presencia. Como esa niña de la que te conté una vez, con una sonrisa hecha de luz, que abrió sus alas y me dejó abandonado al dolor de mi libertad.

Esa vez estaba parada sobre los escombros, pues se había quitado su maquillaje y sus atuendos. Y hoy que hemos hablado y te veo vocera de aquella por estar más cerca, he deseado ver lo que ha sido en estos años. He subido entonces a las tierras altas y de allí a la cima desde la que el tiempo se ve como una cinta y vía de acontecimientos. Me he parado allí donde la morada que construimos el uno para el otro. Y he mirado hacia atrás, lo que no vi en su momento. Y he visto a la niña acarrear sus piedras con dificultad y lentamente construir el hogar prometido. Y me he visto a mí haciendo lo mismo para ti. Porque no preparas mejor tu casa, ni te vistes de la mejor manera sino para deleite de aquel a quién obsequias y es que no te alimentas de lo que cocinas sino de la alegría de quien se alimenta con lo que das.

Pero he aquí que estoy en ese lugar y no veo el hogar sino una basílica, porque las piedras se edificaron con un sentido más alto que uno mismo. Y alguien me enseñó que los templos son trampas para cazar dioses, de modo tal que construyes un templo cuando quieres que un Dios guíe a tu pueblo o cuando buscas el silencio de las catedrales que te lleva a la tierra de los dioses. Entonces invitas a tus seres queridos, a tus pares, y compartes. Porque no amas a la persona que acompañas sino a Dios que se muestra asequible a través de él.

Y te veo, mujer hecha templo, que en el lugar sagrado de la construcción están nuestras gemas. Y a través de los muros me llega su luz que no lo es sólo de los ojos. Y siento que brillan con luces de mundos por encima de nosotros. Y los reflejos son voces de quienes nos invitan a subir... Pero he aquí que el desafío no es poco y quizá temes que al tomarte de la mano y entrar en el templo, cuando las gemas se encienden en el ritual de que te hablé también hace tiempo, cuando el destello de las almas incandescentes convoca un dios para el templo, te lleve a desafíos más allá de tus fuerzas.

Así te veo rehusarme una y otra vez, como yo lo hice también cuando me sentí mal interpretado.
Y quiero hoy preguntarte por la diferencia entre lo que muestras a mis ojos y esa basílica construida, ese corazón maduro, esa gema que resplandece y ese silencio que espera y que es un grito que invita a cazar dioses para que nos enseñen a ser como ellos.



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